CD, 2011
Autoproducción
De vez en cuando te llevas auténticas sorpresas escuchando discos, bien porque te decepcionan cuando esperabas mucho más, bien porque te entra directo al oído circulando como corriente eléctrica por toda la columna hasta los pies, o bien porque es de esos discos que no entran a la primera, pero que a base de escucharlo descubres un discazo en su conjunto. Con Trumbo he quedado extasiado casi desde la primera nota y aún sigo agitando lo que me queda de cabellera.
El grupo confiesa que con el nombre ha querido rendir homenaje a Dalton Trumbo (autor de la archiconocida obra antimilitarista Johnny cogió su fusil, y que él mismo se encargaría más de treinta años después de adaptar al cine). Trumbo no son unos recién llegados. En este trío encontraremos a músicos bastante escarmentados en estas lides, no en vano, Gorka, el bajista, tocó el mismo instrumento durante la trayectoria de Kashbad (salvo el lapso en el que fue preso político), Kanda ha tocado la guitarra en Neubat, Vicepresidentes y el grupo de Sorkun. Y Eneko toca la batería con Naüt.
Los ritmos de Trumbo tienen claras influencias del Stoner, esto es, melodías del tipo de Kyuss, Queens of the Stone Age, Master of Reality (lo mismo que hacían Neubat) y del doom, léase Pentagram, Black Sabbath, Cathedral… Rock enrevesado, de un sonido muy grave y más oscuro que un agujero negro el de los gasteiztarras. Del género Doom les distancia ligeramente esas melodías vocales (que son mínimamente reemplazadas por una voz gutural), que le dan un toque original y atractivo.
Hay que decir pese a las vueltas y revueltas y al oscurantismo del sonido, que es un disco directísimo. Los cuarenta minutos de álbum se pasan en un suspiro, bien por tener alguna canción que en algunos casos es casi un chiste (la melodía “Hemen gaude”, Estamos aquí, parece una broma para abrir los conciertos) o bien porque te encuentras dos canciones que más bien parecen una (me he quedado patidifuso viendo que los temas “Zizareak”, lombrices, y “Niágara” hacen casi once minutos, cuando a mi se me hace mucho más corto), diferenciadas poco más que por las letras. De estas hay que decir que destacan por ser casi tan apocalípticas, pesimistas y oscuras como la música que las embarga, salvando excepciones (“Ar usaina”, El olor a macho, es una brillante canción contra los machitos que van pavoneándose ante las mujeres).
Disco muy recomendable, pronto os diré que tal es el directo, pues tengo previsto ir esta noche a fiestas de Erratzu a verles tocar. El disco además es asequible, pues ronda los diez euros. Solo les faltaría un detalle: ¡sacarlo en vinilo!